hijos

Aprender a vivir con el no.

 

Para los niños es importante aprender qué se siente y cómo se vive con un no como respuesta, tanto para su desarrollo emocional como cerebral.

Está demostrado que cuando los pequeños se enfrentan a una respuesta negativa, generan en su cerebro sustancias que les hacen posible enfrentar los obstáculos y les enseñan a reaccionar ante los cambios e imprevistos.
En cuanto a su desarrollo emocional, es clave que aprendan que no todo es posible, que la vida tiene cambios y que hay que superarlos. Esto los hace madurar.

Además, muchos de los límites que los padres definen en la vida de sus hijos tienen que ver con evitar el daño a los demás, el respeto hacia los mayores y a sus padres, lo que es una forma de enseñarles también el amor y el respeto por sí mismos.

Los límites no son un montón de reglas para toda la vida, son sencillamente las normas fundamentales para desenvolverse en el día a día, y son aquellas que su familia considere necesarias para vivir de acuerdo con sus valores y su filosofía, pues cada una es única.

Tampoco se trata de hacerles la vida más difícil para que aprendan desde los 2 años lo dura que puede ser. Los límites son naturales y lo que se busca es evitar que el pequeño haga todo lo que quiere, se salga siempre con la suya o logre lo que desea con base en rabietas y pataletas.

A los 2 años de vida, esta tarea puede comenzar a complicarse porque su hijo no querrá obedecer, querrá mostrarles una y otra vez que él ya es un grandulón y que sabe valerse por sí mismo. Su tarea consiste en mantener el equilibrio, algo no tan fácil pero alcanzable. Aquí les damos algunos consejos para ello.

Fuente: 
http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/educacion/ensenar-a-los-ninos-a-respetar-limites/16607964

¿Cómo establecer límites con tus hijos?

 

Marcar normas es clave porque aprenden hasta dónde pueden llegar. Además, les enseña a respetarse a sí mismos y a respetar a los demás.

A los 24 meses comienza lo que se conoce como “los terribles 2 años”. La verdad, no es tan grave, es solo un momento parecido a una pequeña adolescencia en la que su hijo se debate entre dejar de ser un bebé y ser un niño independiente. Su función como padre o madre es acompañarlo en el proceso y siempre marcarle límites claros.

Imagínese que pone a su bebé frente al mar, donde no puede ver el fin, y le dice que ese es el espacio que debe recorrer. Seguramente sentirá miedo, mucho miedo, porque es infinito. En cambio, si lo ubica frente a un pequeño lago en el que ve el principio y el fin, y le dice que ese es el camino que debe seguir, se sentirá capaz y decidido a hacerlo. Ese es el valor de los límites en la educación de sus hijos.

                                                                                     

Tips que le ayudarán en el proceso.

1. Permítanle que se sienta mayor en lo que puede hacer. Déjenlo que se coma sus galletas solo, así se ensucie; es fácil de remediar. Déjenlo que intente ponerse su camiseta; quedará un poco torcida y ustedes la acomodarán cuando él termine, sin reproches y con amor. Invítenlo a que ayude en la casa, eso lo hará sentirse importante; por ejemplo, que guarde el vaso de plástico en la cocina o que escoja una fruta para el almuerzo.

2. Aclárenle que hay cosas que no puede hacer ahora, pero que pronto podrá, tal como ustedes, que no pueden hacerlo todo y a veces necesitan ayuda.

3. Si su hijo tiene una rabieta, no se afanen; díganle que cuando se calme podrán hablar; no lo reprochen, regañen ni griten. Entiendan que tal vez tiene una emoción que lo sobrepasa, que no es tan grande como cree para asumirla y entonces siente rabia. Cuando se calme, denle un abrazo y conversen sobre lo que pasó, pero no cambien de decisión por cuenta de su pataleta. Él debe aprender que esa no es la forma de solucionar sus problemas.

4. Indíquenle con amor lo que debe hacer, con instrucciones claras y no con rodeos: “Recoge el juguete” o “Nos vamos a bañar”.

5. Prepárenlo para los cambios. Avísenle con unos cinco minutos de anticipación lo que van a hacer. Si está jugando y van a comer, díganle que guarde sus juguetes porque es hora de cenar, o cuéntenle que es hora de dormir, que leerán un cuento e irán a la cama.

6. Ayúdenlo a reconocer sus emociones, explíquenle que tal vez sintió rabia porque no le gustó lo que le dijeron, pero que es normal y que, además, él aprenderá a expresar sus emociones.

7. No traten de argumentar con su hijo cuando esté furioso, no servirá de nada y pueden aumentar su ira.

8. Recuerden, ustedes son los adultos y su actitud no puede ser otra pataleta o rabieta. La calma y la firmeza son básicas.

9. No lo hagan sentir culpable ni una mala persona por hacer rabietas; él está creciendo y aprendiendo. Además, con el tema de las pataletas deben ser constantes, pues se repiten y deben manejarlas con calma. Una actitud serena ayudará a que disminuyan.

10. No se afanen si hace pataleta en público, olvídense del qué dirán; piensen primero en su hijo y no cedan a sus caprichos.

11. Los límites también se marcan con rutinas; la vida ordenada le dará seguridad a su bebé.

12. Procuren hablarle de manera positiva. Por ejemplo: “Guarda los juguetes”, en vez de “No dejes desorden”. Que tu diálogo plantee soluciones y no problemas.

 

 

Fuente: 
http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/educacion/ensenar-a-los-ninos-a-respetar-limites/16607964

Hacerle los deberes no es ayudarle

Implicarse no puede significar hacerle los deberes al alumno. “El padre se tiene que poner en la posición del entrenador. Un entrenador tiene dos funciones fundamentales: organizar y asesorar con el objetivo de mejorar el rendimiento”

¿Es necesario? ¿Perjudica a su autonomía? “Los padres y, sobre todo, las madres de todos los estratos sociales dedican varias horas diarias a ayudar a sus hijos con los deberes o a vigilar que los hagan. Y esta realidad contrasta con el extendido y falso discurso de que el fracaso escolar se debe a que los padres no se preocupan por la educación de sus hijos”, sostiene Enrique Martín Criado, profesor de Sociología en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. El 80% de los estudiantes de primaria reciben ayuda y el 45% de los de secundaria, según la Encuesta sobre los hábitos de estudio de los niños españoles de TNS Demoscopia.

“Los padres empezaron a involucrase hace más de una década. No solo por las medidas de conciliación familiar, también porque los padres de ahora tienen al menos estudios medios, algo de lo que no disfrutaron las generaciones anteriores”, explica la pedagoga Maite Rodríguez Estévez, que imparte cursos para educadores y terapeutas. “Eso ha hecho que la relación padre-hijo se escolarice. Lo que importa son los resultados académicos. Todo gira alrededor de esa necesidad y se ha olvidado el inculcar valores, el juego, la responsabilidad... No hay tiempo para otras cosas en las horas que pasan juntos”.

“Las tareas deben entenderse como un compromiso que el alumno debe adquirir, pero sin precisar de la orientación constante de otra persona”, recalca el equipo pedagógico del Liceo Francés de Madrid. En otras palabras, codos sin nadie en la silla de al lado.

“Hacer los deberes con él genera dependencia y si el niño tiene dificultades refuerza la idea de que no es capaz de hacerlo él solo”, enfatiza Rodríguez Estévez, que coordina la página www.preparadosparaaprender.com. “En Finlandia apuestan por el aprendizaje cooperativo y los deberes en casa son individualizados, para ampliar o investigar conocimiento. Si un niño va mal en lectura hace una actividad que tenga que ver con eso. Si va mal en matemáticas, problemas...”.

“Pero hay muchas diferencias en la posibilidad que tienen las familias de ayudar escolarmente a los hijos. Los padres que tienen menor nivel de estudios solo pueden en los cursos inferiores de primaria. Más allá, están perdidos. Y si intentan socorrer explicándoles conceptos que ellos no aprendieron bien, pueden incluso empeorar las cosas”, alerta Martín Criado, que trabaja en estos momentos en un estudio sobre maternidad y clase obrera. Pregunta a las mujeres encuestadas por su rutina y las madres le explican que dedican una o dos horas (dependiendo del curso) al día a ayudar a sus hijos con las tareas escolares.

Fuente: 
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/01/17/actualidad/1358445608_550169.html